El costo de ser un estudiante organizado.
Seguramente el año 2011 quedará en las mentes de todos los estudiantes que pertenecen a una organización dentro de la Universidad de El Salvador. Dos semanas de pérdidas de clases, intervención de la policía al campus, un aproximado de 700 jóvenes exigiendo cupos, huelgas de hambre, cierre de locales, y ahora, alumnos que deben presentarse a los juzgados a rendir cuentas por la toma.
Al parecer, el pertenecer a una organización dentro de la UES ya no tiene ninguna garantía. Los gremios están siendo acusados por desordenes, ocupación de las instalaciones del Estado y de fabricación, portación, manipulación y venta de armas y explosivos.
Esto último debe ser minuciosamente analizado y muy bien comprobado por la Fiscalía, o por lo menos eso se espera. Los muchachos que se ven más afectados fueron los que desistieron luego del desalojo y que en su mayoría ya son estudiantes universitarios.
Ahora deben pagar el hecho de defender a los bachilleres que optaron por entrar a la UES a cualquier costo, que son tristemente la muestra del grave sistema que impera en la educación pública del país y que nadie se atreve a cuestionarla.
En pocas palabras, las organizaciones muy poco influyen en las decisiones dentro de la universidad, o eso quieren dar a entender los miembros de la Asamblea General Universitaria al rehusarse a revisar las cartas que el movimiento estudiantil presenta, dicho claramente por un miembro de la AGU.
La excusa más común es que los estudiantes organizados de estos tiempos ya nos son como los de los años 70´s y 80´s, un argumento poco razonable, pues es lógico que los contextos son muy diferentes. Más tecnología, sin guerra, pero con igual número de muertos al día y muchas más armas en las calles. Aunque lo que se ha mantenido hasta estos días es la injusticia.
En los próximas semanas se espera que los muchachos sean juzgados, muchos de ellos ya no podrán graduarse porque se les ha levantado un expediente universitario. Los abogados que los respaldan son sus propios compañeros que un día pertenecieron a la organización y que ahora ejercen como abogados.
Al final la lucha no fue tan en vano, el 70% de los estudiantes que exigieron cupos lograron ingresar, estudiantes que deberán agradecer sus ciclos académicos dentro de la universidad a esos pocos que levantaron la voz, no dijeron sí a todo, y lo más importante, pelearon por un derecho que todos y todas tenemos sin distinción de razas, credo o posición económica: el derecho al estudio.
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